Fernando Ariel Manzano[1]–[2]
Aunque desde tiempos antiguos existían ciudades en algunas regiones (Johnson, 1980), el protagonismo creciente de la vida urbana tuvo su origen hace sólo dos siglos en Europa Occidental, convirtiéndose en uno de los acontecimientos sociales más característicos del siglo XX (Peña et al., 2002).
Anteriormente la diferenciación entre zonas urbanas y rurales se realizaba en función del uso del suelo, presentándose dificultades si se incluían variables de carácter social (Clout, 1976). Pero a partir de la Revolución Industrial, se destacó un cambio en la configuración de las ciudades. Asimismo, lo urbano se convirtió en característica esencial del desarrollo económico (Ramírez y Mayer-Foulkes, 2011). El surgimiento de nuevos medios de transporte, en especial el automóvil, incidieron en el aumento del tamaño de las ciudades (Peña et al., 2002).
En los últimos tiempos aparecieron modelos de urbanización difusa (Ferrás, 2007), como los generados por los nuevos movimientos migratorios de la ciudad a las áreas rurales en busca de proyectos de vida alternativos –con vías de comunicación que permitieron un rápido acceso a las ciudades (Sili, 2021)–, que imprimen cambios socio-económicos en determinadas áreas rurales –fenómeno denominado renacimiento rural, neorruralismo, contraurbanización, entre otros– (Baños, 2013). Asimismo, los espacios urbanos y rurales en la actualidad se encuentran interrelacionados mediante continuos desplazamientos de bienes y servicios –alimentos, educación, equipamientos, usos recreativos, entre otros– (Mikkelsen y Velázquez, 2010).
Existe una imprecisión de criterios para diferenciar la población urbana y rural. Desde una definición cuantitativa, como la determinación de un número mínimo de habitantes, no basta para caracterizarla. Este criterio presenta mayor dificultad en zonas de baja cantidad de población. En términos cualitativos, los elementos más usados para definir un asentamiento urbano, han sido entre otros: densidad, ambiente, morfología del núcleo, movilidad, modo de vida, interacción social, actividades no agrarias de la población (Peña et al., 2002). No obstante, en ciertos países asiáticos existen localidades urbanas donde predominan las actividades agrícolas, así como también en países desarrollados, pueden relevarse algunas áreas rurales donde son mayoritarias las actividades no agrícolas (George, 1982). Al respecto Duncan (1957), afirmaba que la transición de una comunidad puramente rural a una urbana es gradual y difusa. O expresado, en otros términos, se considera lo urbano como un proceso (Harvey, 1996). En consecuencia, alcanzado el siglo XXI, pese al gran esfuerzo de innumerable cantidad de autores, aún persisten dificultades en los criterios utilizados para definir una localidad como rural o urbana (Peña et al., 2002).
Los criterios más generales son los empleados en los censos oficiales. En los cuales, se fija de manera arbitraria un umbral mínimo de habitantes para considerar a la población urbana –este umbral presenta variaciones entre países, limitando su comparabilidad (ver Cuadro 1)– (Pellegrini y Raposo, 2014). Utilizando la mayoría de los institutos de estadísticas nacionales definiciones de lo urbano y lo rural de modo dicotómico (Dirven y Candia, 2020).
Las características que diferencian a las zonas urbanas varían de un país a otro, la distinción entre la población urbana y la población rural, como hemos mencionado, no puede condensarse todavía en una sola definición aplicable a todos los países, y ni siquiera a la mayoría de los países de una región (Naciones Unidas, 2010). A continuación, se presentan diferentes valores de población mínima utilizados para definir lo urbano (Cuadro 1)
Cuadro 1: Definición de Área Urbana en censos según países seleccionados.
Fuente: elaboración personal en base Peña et al. (2002) e Institutos Nacionales de Estadística.
No obstante, existen recomendaciones internacionales para poder establecer comparaciones entre los países. En este sentido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ha propuesto varias metodologías de clasificación de las distintas subdivisiones nacionales, entre las cuales se encuentra el área urbana funcional (AUF) (Naciones Unidas, 2010).
En Argentina se considera desde el Censo de 1914 como población urbana, a los residentes en localidades de dos mil habitantes o más –todas las áreas inferiores a dos mil habitantes se suponen rurales–, y al conjunto de dichas localidades como las unidades constitutivas del sistema urbano nacional (Lindenboim y Kennedy, 2004). El concepto de localidad se basa en la definición de Vapñarsky y Gorojovsky (1990), que adopta un criterio físico, este se encuentra implícito en todos los censos argentinos y explicitado a partir del censo de 1991. Las localidades censales “… son una porción de la superficie de la tierra caracterizada por la forma, cantidad, tamaño y proximidad entre sí de ciertos objetos físicos artificiales (edificios) y por ciertas modificaciones artificiales del suelo (calles), necesarias para conectar aquellos entre sí…” (INDEC, s.f.).
La definición oficial argentina, basada solo en el tamaño de la población, resulta excesivamente amplia, está incluye a todas las localidades con 2.000 o más habitantes (INDEC, 2010). Si en cambio, se adicionara un nivel mínimo de densidad demográfica –criterio vinculado a las economías de aglomeración que caracterizan a los centros urbanos–, la urbanización de Argentina seria significativamente inferior de lo que indican las estadísticas oficiales (Muzzini et al., 2016).
Las divisiones censales que involucran áreas urbanas, no permanecen estáticas. Estas pueden sufrir subdivisiones entre un censo y otro, debido al crecimiento en cantidad de viviendas (INDEC, s.f.). El tipo de radio censal puede variar entre un operativo censal y otro, debido a modificaciones de los asentamientos y a subdivisiones operativas. Por ejemplo, un radio rural puede convertirse en: un radio mixto –cuando parte de su territorio ha sido ocupado por una urbanización–; un radio urbano –todo su territorio ha sido ocupado por una nueva urbanización–; etc.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), mediante diferentes documentos destaca la necesidad de actualizar las metodologías de medición de urbano/rural, con el objetivo de mejorar el diseño de políticas públicas (INE, 2018). Los criterios que se establecen en la definición de área urbana deben ser consistentes con la realidad de cada región o de cada país, de manera que las políticas no asuman planes inalcanzables en localidades clasificadas como urbanas, pero con características netamente rurales (Peña et al., 2002).
A pesar del temprano proceso de urbanización de Argentina y los rápidos y profundos cambios que se están produciendo en sus ciudades, el ordenamiento territorial aún no ha sido contemplado en su legislación nacional. Este año Argentina releva su décimo primer Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas. Aprovechamos a remarcar la importancia del apoyo y participación de toda la población en la principal fuente de información demográfica y socioeconómica de nuestro sistema nacional de estadística. Además de un insumo inestimable, para gestionar intervenciones instrumentales acordes con la resolución de los problemas urbanos.
Referencias bibliográficas
Baños, M. R. (2013). Nueva Ruralidad desde dos visiones de progreso rural y sustentabilidad: Economía Ambiental y Economía Ecológica. Polis, (34), 1–13.
Clout, H. (1976): Geografía rural Ed. Oikos-tau SA.
Dirven, M., y Candia Baeza, D. (2020). Medición de lo rural para el diseño e implementación de políticas de desarrollo rural.
Duncan, O. D. (1957). Community size and the rural-urban continuum. Cities and society, 35-45.
Ferrás, C. (2007). El enigma de la contraurbanización. Fenómeno empírico y concepto caótico. Revista Eure, 33(98), 5–25.
George, Pierre (1982). Precis de Geographie Urbaine. Sexta edición (traducción Jorge Gozolini). Barcelona, España, Ariel, pp. 17-19
Harvey, David (1996). “Justice, nature & the geography of difference”. Oxford: Blackwell.
INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina). 2010. Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas. INDEC, Buenos Aires.
Instituto Nacional de Estadística de Chile (INE) (2018). Urbano/Rural: Contexto de los resultados Diseminación Censo 2017. Santiago. Recuperado de http://www.censo2017.cl/servicio-de-mapas/descargas/mapas/Urbano-Rural-Contexto_de_Resultados.pdf
Johnson, James H. (1980) Urban Geography: An Introductory Analysis. Segunda edición en castellano. Barcelona, España, Oikos-Tau, p. 13.
Lindenboim, J. y Kennedy, D. (2004) Dinámica Urbana Argentina. 1960-2001. Reconstrucción y análisis de la información necesaria. Documento de Trabajo del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Económicas
Mikkelsen, C., y Velázquez, G. (2010). Comparación entre índices de calidad de vida: La población rural del partido de General Pueyrredón, 2001-2007. Revista de Geografía Norte Grande, (45), 97-118.
Muzzini, E., Puig, B. E., Anapolsky, S., Lonnberg, T., y Mora, V. (2016). Liberando el potencial de las ciudades argentinas. Washington, DC: Banco Mundial.
Naciones, Unidas. (2010). Principios Y Recomendaciones Para Los Censos de Población Y Habitación: Revisión 2.
Pellegrini, J. L. y Raposo, I. M. (2014). Patrón de urbanización, desarrollo agrario y tipos no tradicionales de empleo en la Microrregión Rosario, Argentina. Economía, Sociedad y Territorio, v. 14, n. 45, p. 419-463.
Peña, G. P. V., Medina, J. C., y Mora, G. S. G. (2002). Urbano-rural, constante búsqueda de fronteras conceptuales. Revista de información y análisis, 20, 17-24.
Ramírez, A. R. F., y Mayer-Foulkes, D. (2011). Ciclo de vida humano y ciclo de vida urbano: Urbanización y desarrollo económico.
Sili, Marcelo (2021). Renacimiento rural (América Latina, fines del siglo XX – comienzos del siglo XXI). En Diccionario del agro iberoamericano. Tercera edición ampliada. Recuperado de https://www.teseopress.com/diccionarioagro/
Vapñarsky, C. y Gorojovsky, N. (1990). El crecimiento urbano en la Argentina. Buenos Aires: IIED, Grupo Editor Latinoamericano.
Notas
[1] Licenciado en Economía por Universidad de Buenos Aires (UBA), Licenciado en Sociología por Universidad de Buenos Aires (UBA) y Doctor en Demografía por Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Email: fernando14979@hotmail.com. Investigador adjunto del Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS) – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
[2] Agradecimiento especial a la Licenciada Daniela Avalos (UBA) por la corrección ortotipográfica. Email: danielasoledad.av@gmail.com