A nivel mundial, el proceso de urbanización alcanza una velocidad sin precedentes. En consecuencia, los países de todo el mundo han definido diversos esquemas para mitigar los efectos del proceso y mejorar la sostenibilidad de la urbanización (Zhou et al., 2015), que en América Latina y el Caribe parece difícil de ser alcanzada.
Esta región se caracteriza por rápidos cambios demográficos en los últimos 70 años que han tendido hacia la urbanización donde hoy en día más del 80% de la población vive en ciudades (Busso et al., 2023). De acuerdo con la misma fuente, en esta monumental transición, la región ha creado una variedad compleja y dinámica de ciudades que difieren considerablemente en tamaño y carácter.
Mas allá de esta diversidad, no hay dudas de que las ciudades de América Latina y el Caribe son las más desiguales del mundo (ONU-Hábitat, 2012) y muchas políticas tendientes a reducirlas se han ralentizado desde 2015 (CEPAL, 2016). Asimismo, los problemas ambientales surgen o se intensifican como consecuencia de los procesos de urbanización que generalmente carecen de políticas de gestión para prevenir, mitigar o corregir sus efectos cuyas consecuencias son muy dispares. Muchas de estas problemáticas se manifiestan en Mar del Plata y en ocasiones se han intensificado con el correr del tiempo.
Recuperar “la naturaleza” en las ciudades y los servicios que brinda, se asume como un desafío clave para reducir impactos ambientales negativos, proporcionar acceso universal a zonas verdes y espacios públicos seguros, inclusivos y accesibles, y apoyar los vínculos económicos, sociales y ambientales positivos entre las zonas urbanas, periurbanas y rurales fortaleciendo la planificación del desarrollo (Karis et al., 2024). Así, los espacios verdes permiten abordar múltiples problemáticas simultáneamente para proteger, restaurar y/o gestionar los ecosistemas aumentando su resiliencia y contribuyendo al bienestar humano.
En ese escenario, conmemorando los 150 años de la ciudad de Mar del Plata, nos preguntamos ¿qué es la sostenibilidad urbana?¿cuál es el rol de los espacios verdes? En primer lugar, nos proponemos brindar algunas conceptualizaciones importantes en el contexto actual. Luego, intentaremos destacar el rol que poseen los espacios verdes para alcanzar metas de sostenibilidad urbana y finalmente, indagaremos en la situación de los espacios verdes de Mar del Plata y en la valoración otorgada por los marplatenses.
La sostenibilidad urbana
Rees (2001) afirma que la sostenibilidad de las ciudades no se reduce sólo al ámbito urbano, sino que está ligada a la integridad de las áreas externas que dependen directa o indirectamente de ellas. Asimismo, la urbanización además de afectar el ambiente local incide en su entorno mediante la explotación de los recursos naturales como motor de la economía urbana (Michael et al., 2014), generando y acentuando procesos de vulnerabilidad socioambiental.
Las conceptualizaciones acerca de la sostenibilidad urbana no están exentas de debate, aunque existe cierto consenso acerca de las dimensiones que debe contener el desarrollo urbano sostenible: ecológica; económica; socio-cultural y política (Fernández et al., 1999; Guimarães, 2003; Mori y Christodoulou, 2012).
Asumiendo esta perspectiva multidimensional del concepto, organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo en el marco de la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (BID, 2014) definen a la “ciudad sostenible” como aquella que ofrece alta calidad de vida a sus habitantes, minimiza sus impactos al medio natural y cuenta con un gobierno local con capacidad fiscal y administrativa para mantener su crecimiento económico y para llevar a cabo sus funciones urbanas, con participación ciudadana.
Más recientemente, entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos en la Cumbre para el Desarrollo Sostenible celebrada en 2015 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el ODS 11 propone lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. En dicha Cumbre se aprobó la Agenda 2030 tendiente a disminuir la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia y hacer frente al cambio climático.
En esa misma línea, en 2016 se aprobó la Nueva Agenda Urbana adoptada en Hábitat III celebrada en Quito que funciona como un acelerador de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en particular el ODS 11, con el fin de proporcionar un marco integral para guiar y dar seguimiento a la urbanización en todo el mundo.
Los espacios verdes en las metas de los ODS
En relación con el ODS 11, el Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2023 afirma que, en 2022, apenas la mitad de la población urbana mundial tenía acceso al transporte público. Por su parte, el crecimiento urbano descontrolado, la contaminación atmosférica y la escasez de espacios públicos abiertos persisten en las ciudades. Asimismo, sostiene que para alcanzar las metas previstas para el ODS 11, los esfuerzos deben centrarse en aplicar políticas y prácticas de desarrollo urbano inclusivo, resiliente y sostenible que den prioridad al acceso a los servicios básicos, a la vivienda a precios asequibles, al transporte eficiente y a los espacios verdes.
Los espacios verdes conforman un eje central en las metas de sostenibilidad urbana. De hecho, la meta 11.7 de la Agenda 2030 propone, entre otras cuestiones, proporcionar acceso universal a zonas verdes y espacios públicos seguros, inclusivos y accesibles. Estos espacios no sólo se valoran por su contribución al bienestar humano sino también por sus funciones de mitigación de los efectos del cambio climático.
En las ciudades actuales, los espacios verdes públicos adquieren un rol central en la calidad de vida de sus habitantes. Por lo tanto, debieran incluirse en las políticas públicas en materia de planificación de la Infraestructura Verde para garantizar un acceso equitativo potenciando el bienestar que brindan a la sociedad. En ese sentido, la Infraestructura Verde, concepto superador al de espacios verdes, puede definirse como el conjunto de las redes naturales, seminaturales y artificiales de múltiples sistemas ecológicos multifuncionales, alrededor y entre áreas urbanas, en todas las escalas espaciales (Tzoulas et al., 2007). El hecho de considerar dichas redes como un tipo de infraestructura implica cambiar la percepción acerca de los espacios verdes a partir de considerar los beneficios que brinda para mantener la calidad de vida de la población.
Los espacios verdes en Mar Plata
En función de lo anterior, consideramos preguntarnos ¿cómo es la situación de los espacios verdes de Mar del Plata? ¿persisten diferencias en el acceso en distintos barrios de la ciudad? ¿cuáles son los valores que los marplatenses otorgan a los espacios verdes? Para intentar responder a estar preguntas, partimos de trabajos recientes (Karis y Zulaica, 2024; Karis et al., 2024), que brindan algunas pistas para profundizar en el conocimiento de este tema.
La ciudad de Mar del Plata no cuenta con una estrategia específica para su Infraestructura Verde, pero existen algunos antecedentes en la planificación y gestión de sus componentes a partir de la década de 1930, cuando las intervenciones sobre el territorio y la ciudad comenzaron a ser progresivamente orientadas, dentro de los ámbitos administrativos, por la actividad de profesionales del urbanismo (Bruno, 2002).
En estudios actuales (Karis et al., 2024) se señala que los espacios verdes de Mar del Plata pueden ser clasificados de acuerdo con su tamaño. Los de mayor superficie son el Parque Camet, el Parque Municipal de Deportes también conocido como “Polideportivo Municipal” y las Lagunas de Punta Mogotes. Luego, existen plazas y parques de menor extensión que pueden subdividirse en dos grupos. Por un lado, las plazas y parques de mayor tamaño (entre 3,5 y 10 ha) que, en general, ocupan la superficie de cuatro manzanas y se localizan en el área urbana central. En este grupo se encuentran las plazas fundacionales de Mar del Plata: España, Colón, San Martín, Mitre, Peralta Ramos, Rocha y Pueyrredón. Por otro lado, existen plazas barriales de extensión menor a 3,5 ha, que suelen ocupar la superficie de una manzana.
Al analizar la superficie de los espacios verdes en relación a la cantidad de habitantes, se advierte que, el área urbana no alcanza el mínimo de 9 o 10 m2 por habitante recomendados por gran parte de las iniciativas y sistemas de indicadores urbanos, mientras que el periurbano y la zona de interfaz urbano-rural costera, con bajas densidades de ocupación, lo supera ampliamente. En relación con la accesibilidad, el 21,26 % de la población vive a menos de 750 m de un parque o plaza de entre 3,5 y 10 ha y el 51,96% a menos de 300 m de una plaza barrial de entre 0,1 y 3,5 ha. En cambio, la cobertura que ofrecen los parques grandes y las áreas de reserva natural (la Reserva Natural Laguna de los Padres, la Reserva Natural del Puerto de Mar del Plata y la Reserva Turística y Forestal Costanera Sud) alcanza un 83,22% de la población, considerando la cantidad de habitantes viviendo a menos de 4.000 m de uno de estos espacios. Finalmente, se advierte que sólo 7,9% de la población del área tiene cobertura simultánea de los tres tipos de espacios verdes analizados (Karis et al., 2024).
De esta manera, la disponibilidad y características de los espacios verdes es diferente en el área urbana central, en el área urbana asociada al crecimiento en forma anular y en los espacios periurbanos y de interfaz urbano rural (Figura 1). En este sentido, en el área urbana central la población habita en proximidad a espacios verdes públicos de diferente tamaño y con alta diversidad de mobiliario y equipamiento (deportivo, juegos para niños, etc.). A su vez, son espacios con facilidades de acceso y estado de mantenimiento adecuados.
Figura 1. Ubicación y delimitación del área analizada
Fuente: Karis y Zulaica (2024).
Bordeando el área central, se extiende un anillo en el que los espacios verdes son de menor extensión y con menor diversidad en términos de mobiliario y equipamiento. En comparación con el área urbana central, estos espacios registran algunas deficiencias en las condiciones de accesibilidad y mantenimiento.
Finalmente, los espacios verdes públicos en el periurbano y en las áreas de interfaz urbano- rural presentan condiciones más críticas de accesibilidad y mantenimiento. Sin embargo, son relativamente heterogéneas en términos de diversidad de mobiliario y equipamiento.
A su vez, al interior de cada área pueden definirse unidades con características diferentes que han sido conceptualizadas como unidades de paisaje (Figura 2). La recolección de datos considerando estas unidades permite obtener una mirada amplia de los valores que los marplatenses otorgan a los espacios. La Figura 2 muestra la localización de los espacios verdes públicos existentes en el área analizada sobre la base de las unidades de paisaje definidas, distinguiendo en color verde aquellos que fueron relevados a través de encuestas (Karis y Zulaica, 2024).
Figura 2. Localización de los espacios verdes públicos relevados a través de una encuesta sobre las unidades de paisaje.
Fuente: Karis y Zulaica (2024).
En primer lugar, a fin de dar cuenta de la valoración de los espacios verdes se indaga acerca de las actividades más frecuentes que realizan quienes respondieron. Al comparar las respuestas obtenidas en las tres zonas del área analizada, se registran variaciones. En el área urbana central, la actividad predominante fue descansar y realizar actividades de relax (26%). Por otro lado, la respuesta más frecuente en las otras dos zonas fue acompañar a niños (47%).
Respecto de los valores otorgados respecto de las sensaciones experimentadas (Figura 3), se observa que, en los tres sectores del área analizada, la sensación más frecuente es la tranquilidad. Sin embargo, existen algunas diferencias en la importancia que adquieren otras respuestas en las tres localizaciones. Entre ellas, las ideas asociadas a las costumbres y los recuerdos son relativamente más frecuentes en el área urbana central. Por otro lado, las sensaciones negativas asociadas a la inseguridad y a la falta de mantenimiento de los espacios son más relevantes en el anillo urbano. En tanto, la conexión con la naturaleza alcanza mayor relevancia en el periurbano y sector de interfaz urbano rural costero.
Figura 3. Sensaciones experimentadas en los en espacios verdes públicos.
Fuente: Karis y Zulaica (2024).
Finalmente, analizar las principales características del espacio verde que motivaron la visita, permite dar cuenta del valor que se le otorga. En función de ello, se observa que la mayoría de las personas en las áreas periurbanas y en la zona costera identificó como características más importantes el arbolado y la vegetación.
Comentarios de cierre
Los espacios verdes públicos, entendidos como componentes de la Infraestructura Verde adquieren un rol central en las metas hacia los ODS. En un contexto de urbanización creciente, estos espacios presentan un rol clave para el bienestar de población y en sostenibilidad de las ciudades. En Mar del Plata, sus valores son reconocidos, mostrando diferencias en las distintas zonas. En términos generales, las actividades más valoradas se vinculan con interacciones físicas y vivenciales con el entorno (recreación, encuentro, interacción social y contemplación de la naturaleza).
La concurrencia habitual se relaciona con la tranquilidad del sitio, el arbolado, la vegetación y la cercanía a su lugar de residencia o trabajo. En concordancia con ello, las sensaciones más frecuentes son la tranquilidad, la conexión con la naturaleza y el bienestar general que derivan de las interacciones con el entorno natural. Se destacan además, valores asociados con la conexión con otras personas, las costumbres y los recuerdos que dan cuenta del sentido de identidad y pertenencia.
Recuperar estos valores para planificar la ciudad y sus áreas verdes supone un reto para alcanzar objetivos de sostenibilidad urbana en los 150 años de nuestra ciudad.
Referencias
BID (2014). Guía metodológica; Iniciativa Ciudades Emergentes y Sostenibles (segunda edición). Banco Interamericano de Desarrollo.
Bruno, P. (2002). Capítulo II: Ciudad-hombre-naturaleza: ideas y planes del urbanismo científico. En Construcción de paisajes. Transformaciones territoriales y planificación en la región marplatense. 1930-1965 (pp. 35-56). Mar del Plata: Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño. Universidad Nacional de Mar del Plata.
Busso, M.; Carrillo, P. E. & Chauvin, J. P. (2023). Repensar la migración urbana: opciones de políticas para las ciudades de América Latina y el Caribe. Banco Interamericano de Desarrollo.
CEPAL -Comisión Económica para América Latina y el Caribe- (2016). Horizontes 2030: La Igualdad en el Centro del Desarrollo Sostenible. Trigésimo sexto período de sesiones de la Cepal. Santiago de Chile: Naciones Unidas.
Fernández, R., Allen, A., Burmester, M., Malvares Míguez, M., Navarro, L., Olszewski, A. & Sagua, M. (1999) Territorio, Sociedad y Desarrollo Sustentable. Estudios de Sustentabilidad Ambiental Urbana. Buenos Aires, Espacio Editorial – Centro de Investigaciones Ambientales, FAUD, UNMdP.
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Karis, C. & Zulaica, M. (2024). Los espacios verdes como determinantes de la calidad de vida en áreas urbanas y periurbanas: análisis de usos y preferencias en una ciudad intermedia argentina. Investigaciones Regionales – Journal of Regional Research, en prensa.
Karis, C., Mujica, C., Molpeceres, C. & Zulaica, L. (2024). Sostenibilidad urbana: diagnóstico de la Infraestructura Verde en Mar del Plata y su entorno. Mar del Plata: Mar del Plata Entre Todos.
Michael, F.L., Zainon Noor, Z. & Figueroa, M.J. (2014). Review of urban sustainability indicators assessment e Case study between Asian countries. Habitat International, 44, 491-500.
Mori, K. & Christodoulou, A. (2012). Review of sustainability indices and indicators: Towards a new City Sustainability Index (CSI). Environmental Impact Assessment Review, 32, 94-106.
ONU-Hábitat (2012). Estado de las ciudades de América Latina y el Caribe: Rumbo a una nueva transición urbana. Río de Janeiro: Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos.
Rees, W.E. (2001). The conundrum of urban sustainability. In: Devuyst D, Hens L, De Lannoy W, editors. How Green Is the City? Sustainability Assessment and the Management of Urban Environments (p. 37–42). New York: Columbia University Press.
Tzoulas, K., Korpela, K., Venn, S., Yli-pelkonen, V., Ka, A., Niemela, J. & James, P. (2007). Promoting ecosystem and human health in urban areas using Green Infrastructure: A literature review. Landscape and Urban Planning, 81(3), 167-178.
INHUS (CONICET/UNMdP), GESPyT (FHum/UNMdP), Grupo Turismo y Territorio (FCEyS/UNMdP)
Tanto en el ambiente académico como periodístico, la crítica sobre la existencia de más de una Argentina es algo frecuente. “La desigualdad ha sido históricamente, y es en la actualidad, una característica elemental de las estructuras sociales” (Longhi, Bolsi, Paolasso, Velázquez y Celemín, 2013:104), de modo que formamos parte de una matriz territorial relativamente rígida, compuesta por fragmentos más y menos favorecidos, pese al cambio en los estilos de desarrollo. Para quienes trabajamos con Sistema de Información Geográfica (SIG), esta situación se ve claramente representada cuando, al activar o desactivar capas de información superpuestas que obedecen a distintos tiempos e indicadores sociales, se manifiesta una y otra vez el mismo patrón de distribución socioespacial. Hacemos referencia, por ejemplo, a las condiciones desfavorables que suele manifestar el Gran Norte argentino frente al área Pampeana o, dentro de esta última, la criticidad que puede llegar a denotar el Conurbano Bonaerense en comparación a otros lugares. Cada tipo de recorte territorial exhibe una “cara” de la realidad argentina, cuyas contradicciones y complejidades propias pueden revelarse si se amplifica o se juega con las escalas de análisis.
Si bien lo más común es que nos sumerjamos en este debate considerando variables como la pobreza, la calidad de vida, las características demográficas y la vulnerabilidad sociohabitacional de los hogares, en esta ocasión la propuesta consiste en reflexionar desde una dimensión de análisis particular y que tradicionalmente ha sido tratada como fenómeno excepcional o descontextualizado del orden social por creerse que poco puede aportar para su comprensión (Bertoncello, 2006). Se trata del turismo, una práctica social recreativa y conjunto de actividades económicas que, en el contexto actual de revalorización del ocio, sobrevaloración del consumo y acumulación de experiencias (Elizalde, 2010), pasa cada vez menos inadvertido entre comunidades y conjuntos poblacionales. Sea un factor o motor de desarrollo que atrae mano de obra y retiene personas en sus lugares de origen o un fenómeno que gentrifica territorios expulsando población y generando más problemas que soluciones (ambientales, culturales, económicos), el turismo influye cada vez más sobre la calidad de vida, a pesar de que recientemente la pandemia lo haya puesto en dudas.
Específicamente, diseñamos un índice de especialización turística (IET) departamental, compuesto por múltiples indicadores que aluden a dimensiones de análisis como la oferta de alojamiento, los atractivos turísticos y los intermediarios del sector público y privado, y lo correlacionamos con el índice de calidad de vida 2010 (también departamental) elaborado por Guillermo Velázquez y su equipo de trabajo (cfr. Velázquez, 2016), para apreciar desde un ángulo peculiar diferentes argentinas (cfr. Gordziejczuk, 2022). Mediante el manejo de ambos índices en un SIG, fue posible arribar a otra forma de representación de las disparidades inter e intrarregionales, evaluando la capacidad que posee el turismo de alterar o distorsionar esa matriz o patrón territorial tan arraigado en el país, y proponiendo una regionalización que a continuación se repasa.
El primer recorte que podemos apuntar es el que se caracteriza por poseer especialización turística y calidad de vida por encima de la media nacional. Este se sugiere como la Argentina de la fotografía panorámica. Para su representación en la Figura 1, seleccionamos un color verde vivaz o intenso, en alusión a contextos donde, siempre en términos relativos y asumiendo la inherente generalización que emana de la cartografía, se establecen condiciones óptimas de calidad de vida, que además incluyen una dotación, al menos mínima, de recursos y equipamientos que son valorados y usados turísticamente y sobre los cuales, creemos, la población anfitriona puede acceder en mayor o menor grado. Se podría decir que, como en ningún otro fragmento del territorio, aquí se adecúa la expresión propuesta por el antropólogo Jafar Jafari, que dice “un buen lugar para vivir es un buen lugar para visitar” (2012: v).
Figura 1. La Argentina de la fotografía panorámica
Fuente: Gordziejczuk (2022)
Como podemos observar, se trata de un conjunto de recortes espaciales dispersos por todo el territorio nacional y que cuenta con los atractivos turísticos más reconocidos a nivel interno y externo. Por las relativas condiciones favorables de calidad de vida que contiene la población local, quizás en estos lugares se cuenta con mayor predisposición a lucir desde un ángulo ampliado el contexto social donde precisamente se lleva a cabo la práctica turística. No solo se corresponde con lugares de turistificación más o menos reciente (últimas décadas en siglo XX en adelante), sino también, y en gran medida, con lugares que autores como Rodolfo Bertoncello (2006) y Elisa Pastoriza (2011) incluyen en sus narraciones sobre el mapa turístico tradicional y los espacios representativos del turismo tanto aristocrático como democratizado. Sin ánimos de exhaustividad, nos referimos a partidos que miran al mar, como General Pueyrredon, General Alvarado y Necochea; departamentos serranos y montañosos, como Calamuchita, Punilla, Los Lagos y Bariloche; distritos sureños valorados por su naturaleza y lejanía respecto a los principales centros emisores de turismo, como Ushuaia y Lago Argentino; municipios que son núcleos de aglomeraciones urbanas, como los llamados Capital en Mendoza, Salta y Tucumán, y -no olvidemos- emblemas nacionales como Iguazú y Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
La segunda fracción que queremos señalar es denominada la Argentina de la lente ajustada, ya que, si bien la especialización turística se mantiene por encima de la media nacional, la calidad de vida de las comunidades locales no. En estos casos, la búsqueda del plano panorámico y la rotación de la cámara puede que simbolicen actos de incomodidad y provocación para los responsables (actuales e históricos) del bienestar social de las comunidades locales dada la posibilidad de revelar contrastes notorios entre los sitios puntuales donde concretamente se lleva a cabo la práctica turística y las áreas colindantes. En este sentido, la preferencia hacia la reducción de la profundidad y del campo de visión se vincula con la exposición o visibilización de determinados recortes del territorio estratégicamente seleccionados y acondicionados para el turismo.
En los casos de distritos que poseen un IET significativamente alto, es posible que asome una dinámica con rasgos similares a los de un enclave, donde el turismo se desarrolla en puntos específicos, de la mano de iniciativas privadas, generando exiguos beneficios o derrames sobre la mayor parte de la población local, tales como pueden ser la generación de empleos, el crecimiento de las inversiones en infraestructura, equipamiento y servicios públicos y el aumento de los ingresos. Por estos motivos, consideramos que la detección de tales unidades espaciales es importante para la focalización y planificación de un turismo más sustentable, responsable y socialmente aceptado. Retomando la cita de Jafar Jafari (2012), en este caso amerita reflexionar y cuestionar si todo buen lugar para visitar también es un buen lugar para vivir…
La Figura 2 exhibe que las provincias que congregan más muestras de esta categoría son Salta, Catamarca, Corrientes y Misiones. Lugares de renombre turístico como Cachi y San Ignacio forman parte de esta Argentina, sobre la cual en los últimos años se han revelado, por ejemplo, problemáticas ligadas al desalojo territorial de la población originaria para la construcción de viviendas de uso turístico o temporal[1]. Sin embargo, destacamos como paso paradigmático al departamento santiagueño Río Hondo por su amplia trayectoria turística y por albergar al emblema del termalismo argentino, la ciudad de Termas de Río Hondo. Respecto a este lugar, el estudio de Gómez Herrera, Vera y Villalba (2012) declara que las políticas públicas han dejado en evidencia la intención de insertar a esta localidad en el plano internacional a costa de configurar un enclave turístico que fractura al territorio local. En palabras de estas autoras:
“El enclave en el Departamento Río Hondo como producto es ofrecido a los turistas a través de paquetes que incluyen visitas guiadas, espectáculos artísticos y eventos deportivos. Sin embargo esta selección de ciertos lugares “para mostrar” implica un recorte de la ciudad, que excluye zonas o asentamientos espontáneos en condiciones de precariedad, emplazados a los márgenes de la ciudad de Las Termas a medida que avanzaba en su crecimiento” (Gómez Herrera, Vera y Villalba, 2012: 261).
Figura 2. La Argentina de la lente ajustada
Fuente: Gordziejczuk (2022)
La última porción territorial que desarrollaremos es la Argentina a espaldas de la fotografía, compuesta por dos asociaciones harto heterogéneas, como son, por un lado, la de especialización turística por debajo de la media nacional y calidad de vida por encima de la media, y, por otro lado, la de ambos índices inferiores al promedio nacional. Si bien la variable calidad de vida establece realidades sumamente desiguales, uno y otro comparten características como las de poseer escasez de recursos valorizados turísticamente y especialización en otras actividades productivas. Sin embargo, hay que señalar diferencias en cuanto a cuestiones como la accesibilidad física relativa y las capacidades humanas (habilidades, conocimientos técnicos, capital cultural) que colocan en una situación de mayor privilegio a los recortes territoriales de la componente mixta.
Lo anterior se correlaciona con disimilitudes en lo que respecta a distribución espacial y composición regional. Mientras que en la región Pampeana se concentran la mayor parte de los distritos con calidad de vida superior a la media nacional y especialización turística inferior a la media nacional (Figura 3), en las regiones Noreste Argentino (NEA) y Noroeste Argentino (NOA) predominan las dos situaciones en las cuales el nivel de calidad de vida es inferior a la media (Figuras 2 y 4). Para la representación de estas últimas, mutamos la rampa de colores hacia tonalidades rojizas, que son popularmente más asociadas con cuestiones problemáticas, llamativas o alarmantes. Contrariamente, utilizamos un verde menos intenso que el de la Figura 1 para incorporar en la Figura 3 a los lugares donde se instauran condiciones satisfactorias de calidad de vida, pero que están acompañadas por un escaso desarrollo turístico, que sugiere cierta debilidad en torno a alternativas de acceso a espacios de ocio y recreación variados. Una muestra de este tipo está compuesta por partidos bonaerenses que integran, irónicamente, la llamada Pampa Deprimida, caracterizada por Velázquez, Tisnés y Gómez (2014) como de paisajes agropecuarios, llanos y monótonos, con adversidades ecológicas por la alternancia de inundaciones y sequías, y escasez de recursos recreativos, tanto naturales como culturales. Se podría decir que, turísticamente, en esta clase de lugares no hay mucho que ofrecer, pudiéndose ceder paso nuevamente a la reflexión y al cuestionamiento: todo buen lugar para vivir, ¿es también un buen lugar para visitar…?
Finalmente, destacamos que como fragmento más extenso a espaldas de la fotografía sobresale en la Figura 4 el recorte territorial al que Longhi et al. (2013) refieren como un ‘núcleo crítico de extrema dureza’, integrado principalmente por las provincias de Formosa, Chaco, Santiago del Estero y Salta; aunque en este caso la contigüidad espacial se extiende hasta distritos de Jujuy, Tucumán, Santa Fe y Córdoba. Evidentemente, a los factores ampliamente conocidos que explican esta realidad, tales como la pobreza y la histórica exclusión de las comunidades originarias, añadimos la comparativa menor valoración popular de los rasgos naturales y culturales propios de estas áreas, y que influye en los bajos índices de especialización turística. Se trata de los territorios habitados por las sociedades más pobres y marginadas del país (Longhi et al., 2013), afectados por la falta de inversión y de economías diversificadas que incluyan al turismo (Bolsi y Meichtry, 2006). Como fragmento de menor superficie, destacamos el oeste del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) por su peso demográfico y visualización como un bloque rectangular ‘compacto’ donde prevalecen niveles de especialización turística y calidad de vida inferiores a la media.
Figuras 3 y 4. La Argentina a espaldas de la fotografía
(3: IET bajo e ICV 2010 alto; 4: IET e ICV 2010 bajos)
Fuente: Gordziejczuk (2022)
En síntesis, la forma específica que adopta la configuración espacial de la relación entre especialización turística y calidad de vida (sumatoria de las Figuras 1,2,3 y 4) deja en evidencia la influencia de un orden social mayor, resultante de procesos que con el pasar del tiempo han plasmado y solidificado en el territorio un patrón de distribución general marcado por la existencia de fragmentos que exponen brechas o desigualdades. No es fácil escapar de la resistencia o rigidez que impone la matriz territorial construida social e históricamente (Longhi et al., 2013). Incorporar al debate un indicador alusivo al turismo no desdibuja significativamente tal patrón, de modo que entendemos que el turismo se adapta, refuerza o aporta a su consolidación. Cada Argentina expone el condicionamiento del espacio geográfico en términos de ventajas, oportunidades, obstáculos y/o restricciones. Consideramos que desplegar acciones que apunten a un turismo responsable (social, económica, cultural y ambientalmente) como opción de desarrollo en áreas de baja calidad de vida y enaltecer la calidad de vida (tanto en su dimensión socio-económica como ambiental) allí donde el turismo ya es una práctica común o extendida son aspectos de índole política para los cuales la focalización en la identificación de áreas puede resultar de apoyo.
Referencias bibliográficas
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Velázquez, G. (comp.) (2016). Geografía y Calidad de vida en Argentina. Análisis regional y departamental (2010). Tandil: Centro de Investigaciones Geográficas.
Velázquez, G., Tisnés, A. y Gómez, N. J. (2014). Región pampeana: Geografía y bienestar según subregiones (2010). Geograficando 10, nº 2: 1-26.
Voces, muchas voces, tantas voces refiriendo a diario en todo el mundo al Covid-19. Una Pandemia que tiene fuerte impronta espacial, que supera límites y diferenciaciones de género, poderes adquisitivos, creencias religiosas e ideologías. Es que de eso se trata una pandemia, así es como se la define, de presencia mundial.
La situación actual nos interpela como ciudadanos y ciudadanas del mundo, nos intima como humanos y a nosotras, especialmente, nos pone a pensar desde la Geografía. Así, la Pandemia nos interroga desde las categorías conceptuales que habitualmente empleamos, nos obliga a repensar los territorios y a repensarnos en los territorios.
Observamos que por un lado, los territorios y grupos van quedando marcados, señalados como áreas de peligro. Por el otro, personas y grupos se rotulan como vectores de transmisión, como peligros latentes, sea porque proceden de otro territorio, sea porque tienen trabajos de alta exposición o no respetan pautas de cuidado y responsabilidad social.
La situación de pandemia y aislamiento afecta la cotidianeidad de nuestros microterritorios. Los espacios de vida han sido trastocados, el dónde, cuándo y cómo de cada actividad ha sido rediseñado, pospuesto o definitivamente interrumpido. Mucho ha quedado en pausa.
A continuación nos proponemos aportar una voz más al debate que desde diversas disciplinas se está manifestando respecto de la Pandemia del Coronavirus.
Una enfermedad de presencia global
En enero de 2020, ante las primeras noticias de una enfermedad que se extendía en principio por China, comenzamos a escuchar algunas preguntas ¿Dónde queda Wuhan? ¿Cuánta población tiene? ¿A qué se dedican? También algunas afirmaciones…. Claro, es una afección puntual y endémica, propia de algunas áreas en las que cualidades demográficas o ciertas pautas culturales estarían definiendo una mayor predisposición a contraerla. Esas premisas ayudaron a desestimar su importancia y convencieron inicialmente de que hasta Argentina no llegaría.
Sin embargo, la variación que a lo largo del tiempo han transitado las enfermedades en diferentes ciudades, países y continentes nos incita a pensar si la expansión es parte de un suceso inusual o si tiene raíces históricas que pueden ayudarnos a comprender mejor el proceso. En los últimos años asistimos al protagonismo creciente de las enfermedades infecciosas emergentes que generan nuevos desafíos a la sociedad en su conjunto. Escuela (2009) las define como aquellas enfermedades que en algunos casos han aparecido y han sido reconocidas por primera vez; y en otros casos, el agente patógeno existente con anterioridad sufre cambios (de vector o cepa) o altera su evolución al ampliar su virulencia y su área de influencia. Estas enfermedades se caracterizan por la facilidad de difusión y la gravedad que representan ante el desconocimiento de su comportamiento, la falta de inmunidad y el costo de los tratamientos. El COVID-19 causado por el virus SARS- COV 2 podría categorizarse dentro de este grupo.
El primer caso de esta enfermedad a nivel mundial se confirmó el 31 de diciembre de 2019, los virus no saben de celebraciones. Dos meses más tarde, el 3 de marzo se comunicó el primer caso en Argentina, se trataba de un hombre de 43 años afectado por Covid-19 quien había viajado a Italia y regresado desde allí el 1 de marzo. Lamentablemente el 7 de marzo se informó de la primera muerte por Coronavirus en Argentina, era un hombre de 65 años que había estado en Francia y padecía complicaciones de salud previas. Primer dato espacial, de compresión espacio temporal, donde el desplazamiento poblacional, la cuestión de género y edad explicarían lo que será en breve el devenir de la enfermedad y los grupos considerados vulnerables.
El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó a la enfermedad como Pandemia.
Por ello desde la Geografía es posible aseverar que el espacio geográfico está sumamente activo, y podemos contribuir desde los análisis espaciales al entendimiento de esta nueva coyuntura. En siete meses, la mayoría de los continentes informaron presencia, avance y rebrote de la pandemia, salida y regreso a estados de emergencia donde el aislamiento y la suspensión de actividades han sido protagonistas. Observamos que la capacidad de trasladarnos fácilmente, la celeridad con que nos desplazamos por el globo en tanto emblema de nuevas conquistas y del tráfico de todo tipo de objetos y personas, se nos volvieron en contra. El mundo hiper acelerado debió ser ralentizado, el espacio sumamente activo debió detener la marcha porque el avance de la pandemia, tal como se puede observar en las siguientes figuras, marcan el foco de inicio y la velocidad de arribo a escala global, para convertirse literalmente en una “reunión de todos”, que es finalmente lo que significa, Pandemia según la Real Academia Española (RAE).
La figura 1 corresponde a una captura de Pantalla del GIS On-line elaborado por la Johns Hopkins University (Baltimore, Estados Unidos) del 05 de Marzo de 2020. Se advierte que los cuatro países más afectados por el COVID-19 son China, Corea del Sur, Italia e Irán. Incipientemente Estados Unidos se dispone en el puesto diez.
Por su parte la figura 2 representa la expansión del COVID 19 al día 2 de Mayo de 2020, en ese momento Estados Unidos lideraba el conjunto de los estados más sacudidos por esta patología, seguido por España, Italia y Reino Unido. China pasa al puesto número once, demostrando la evolución del ciclo de contagio.
La figura 3, por su parte, muestra el estado de situación al 2 de Agosto de 2020, donde Estados Unidos continúa encabezando la clasificación de los estados más sacudidos por esta patología, seguido de Brasil, India, Rusia y Sudáfrica. China pasa al puesto número veintiocho. América se convierte en el foco de la Pandemia, Argentina ocupa el puesto veinte.
Las diferentes reglamentaciones que los Estados establecen sobre el tránsito impactan sobre nuestro territorio. Sack (1986) concibe al territorio como “todo espacio que tiene el acceso controlado; por lo tanto, desde el momento en que se controla espacial y materialmente el acceso de algún flujo (sea de mercancías, de personas o de capital), se está transformando el espacio en un territorio” (Haesbaert, 2013). En este tiempo, los Estados nos imponen más que nunca su territorialidad, no obstante, nuestra capacidad de cumplir efectivamente con esa medida resulta desigual.
En este contexto el tiempo de las acciones humanas se deben inmovilizar para evitar la propagación del virus, y es entonces cuando el espacio de la intimidad cotidiana, el espacio de nuestros hogares se vuelve nuestro territorio de abrigo (Santos, 2000; Silveira 2007 y Haesbaert, 2013 y 2020), nuestra “casa bunker”, como la ha llamado Lindón (2006).
De acuerdo con la posición que ocupemos en el territorio, éste puede cumplir diferentes roles. Puede ser ámbito de refugio, dado que allí estamos protegidos y distanciados de los otros y especialmente del virus. Pero también puede ser, de modo superpuesto, un territorio de inseguridad para quienes deben transitar y salir de la vivienda. Por su parte el territorio doméstico puede ser también un ámbito de amenaza en el caso de violencia familiar, o de privación donde no es posible acceder a bienes básicos que nos permitan cuidar de nuestra salud.
Nos volvemos conscientes del cuerpo como primer territorio (Ramírez Velázquez y López Levi, 2015) que debe ser protegido y cuidado, por ello nos imparten y aceptamos la orden del llamado distanciamiento social que en realidad debería ser designado como distanciamiento físico. Alejarnos, alejarse para preservarnos entre todos. No obstante, es un aislamiento y un distanciamiento injusto espacialmente, desigual en sus posibilidades de aplicación concreta, especialmente si pensamos en los grupos sociales precarizados.
Sin negar las particularidades de la Pandemia actual, no dejamos de reconocer que la humanidad siempre ha estado sometida a los vaivenes de este tipo de enfermedades: la pandemia gripal detectada en Siberia (1889), la pandemia de Gripe Española (1918- 1920; 1957 -1958) y la Gripe de Hong Kong de 1968 (Ramírez, 2020), por destacar algunas de las mencionadas en el gráfico elaborado por El Orden Mundial.
Figura 4. Grandes epidemias de la Historia
La cuarentena ha demostrado ser una solución histórica, una solución que la humanidad ha practicado en otras pandemias y epidemias. Por ejemplo, países como China, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Vietnam y Corea del Sur cuentan con saberes para afrontar cuestiones de salud que fueron adquiridos progresivamente desde la Edad Media a la actualidad. Antecedentes no menores a la hora de enfrentarse al COVID-19.
Como nos enseñan los historiadores y epidemiólogos, si bien ha sido la solución no para curar sino para ralentizar al virus en tantas otras enfermedades, nunca sucedió como en esta oportunidad, nunca con tanta cantidad de población a nivel mundial detenida, obligada, en contextos predominantes de sistemas democráticos, a quedarse en casa.
Tal vez la novedad del presente es que estamos hiperconectados y tenemos la posibilidad de conocer en tiempo real lo que sucede en otros lugares del mundo. En ese sentido, el conocimiento y la simultaneidad de comunicación hacen que nos parezca más real, más presente en nuestro día a día.
La movilidad territorial, aunque fluida por transporte y circulación, en este nuevo contexto adquiere nuevas normas.
También es central reflexionar respecto de lo que significa una población detenida o quiénes se pueden quedar aislados en casa y quiénes no. Interesa pensar entonces en aquellos que por diversas razones ven vulnerados sus derechos en todas las escalas, desde sus hogares hasta el globo, allí se reúnen niños y niñas, adultos mayores, mujeres, las múltiples diversidades sexuales, los y las pobres, entre otros. Grupos habitando territorios atravesados por la precariedad, entendida en sentido amplio, es decir, desde las privaciones materiales, asociadas a viviendas edificadas con materiales de construcción inadecuados, aberturas que no permiten dejar el ambiente resguardado del viento o de la lluvia, falta de agua en el interior de la vivienda, hacinamiento, falta de higiene, hasta las privaciones inmateriales vinculadas con carencias de instrucción, la falta de libertad, la inseguridad o el miedo.
Podemos tomar como ejemplo los femicidios. Argentina antes de la pandemia ya mostraba cifras preocupantes. Pero éstas se han multiplicado de la mano de la pandemia. Desde el Observatorio de las violencias de género “Ahora que si nos ven” se informan 117 femicidios entre el 1 de enero y el 30 de abril, el 66% ocurrió en la vivienda de la víctima, el 20% en la vía pública, el 2% en la vivienda del agresor y sobre el 12 % restante no hay información. 125 niños y niñas han perdido a sus madres por femicidio. Es una situación crítica dentro de la pandemia, respecto de la cual también hay que trabajar con fuerza desde distintos ámbitos. Es en el espacio privado, donde las promesas de las acciones violentas siguen como sabemos, un círculo vicioso de juramentos de no repetición, de no reiteración, donde esa violencia ejercida en el espacio privado tampoco tiene límites vinculados a los grupos sociales. En esos contextos de cuerpos territorios aislados por la norma, la palabra territorio como poder se impone, ya no desde la norma sino desde la acción directa y violenta.
Otro caso es el de la niñez. Los niños y niñas ven trastocado su territorio cuerpo, se suspenden en un principio las salidas al parque, a la plaza, a la escuela, al club, las visitas. Las plazas, uno de los referentes del espacio público, se encuentran primero vaciadas y más tarde abiertas de forma acotada y reglamentada. La vida posmoderna, el miedo, la celeridad del trabajo, las responsabilidades y la inseguridad ya los tenían bastante recluidos, simplemente circulando por el espacio con absoluto control de sus adultos responsables. No todos los niños y niñas, sino algunos forman parte de esa generación sin tiempo libre, niños a quienes mirábamos sentados en el asiento de atrás de los autos, transportados de actividad en actividad. Hoy ese traslado acotado de los menores, controlado por adultos con miedo, finalmente ha significado la prohibición/ restricción de la circulación de niños y niñas o quizá una nueva posibilidad de quedarse en casa, de jugar en casa, de aburrirse en casa, de disfrutarla, siempre que ésta brinde abrigo, ventilación, privacidad, seguridad.
De igual modo la pandemia actual ha redundado en fortificar los cuidados respecto de los adultos mayores, de algunos adultos mayores, no todos, de nuevo las disparidades e injusticias. Los adultos mayores son señalados como grupo de riesgo, y quedan confinados, a veces deshumanizadamente alejados de sus afectos porque sus propios hijos y nietos están encerrados resistiendo, o trabajando a reglamento, o porque no están, o porque viven lejos.
En este contexto de pandemia, gana significatividad la movilidad virtual, pero más aún la desigualdad de acceso a las tecnologías. Según la Encuesta Permanente de Hogares hacia el cuarto trimestre de 2019, un 39,1% de los hogares del aglomerado Mar del Plata no posee computadora y un 23,6% no dispone de conexión a internet. La falta de experiencia y conocimiento para su manejo así como las carencias en cantidad y calidad asociadas a los dispositivos necesarios, podrían ayudar a comprender el comportamiento de estos indicadores. Por su parte, y en modalidad virtual, la educación debe seguir con sus trayectos formativos, debe, la norma se impone, pero…. ¿Cuántos pueden, tienen acceso, se sienten con ánimo de hacerlo?
Primero se habló de “aplanar” curvas de contagios, evitar la explosión. Luego se habló de suavizar otra curva, la que corresponde a los casos de Covid-19 en los asentamientos precarios, en los barrios marginados y marginales, en los sectores sociales donde la provisión de servicios básicos como el agua no está asegurada o presente. Hoy, la preocupación crece por la circulación comunitaria del virus detectada en varias ciudades [1] y por los contactos estrechos. La responsabilidad social en los cuidados que se deposita en la población resuena como la solicitud más imperiosa desde el personal médico, desde los gobernantes y desde los medios de prensa.
El primer reporte oficial de COVID-19 (https://www.argentina.gob.ar/coronavirus/informe-diario/marzo2020) en Argentina es del día 5 de marzo de 2020 y se informaba una vez al día. A partir del 24 de marzo de 2020 se comenzó a informar en dos entregas, una matutina y la otra vespertina hasta el día de la fecha. Esto refiere a la necesidad de conocer al virus, su difusión y comportamiento mediante los diversos sistemas de monitoreo, especialmente estatales, pero también privados, para accionar en consecuencia. También reseña su llegada al territorio argentino y su expansión acelerada. Como así también señala las medidas que se han ido tomando en pos de alisar la curva, ubicando a Argentina en una posición “de ejemplo a nivel mundial” o quizá de distancia geográfica y posibilidad de previsión. No obstante como observamos en la figura 5, los casos muestran al 31 de Julio una curva ralentizada aunque ascendente sobre todo por la proliferación de casos en el resto del país y un comportamiento estabilizado en Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Área Metropolitana de Buenos Aires.
Figura 5. Casos diarios, Buenos Aires, CABA, resto del interior
Mar del Plata: de ciudad paralizada a ciudad en “pseudo aislamiento”
La política del aislamiento social obligatorio establecida por el poder ejecutivo nacional ha propuesto una serie de fases o etapas de cumplimiento en vistas de fortalecer el sistema de salud, evitar contagios y reducir la circulación del virus comunitariamente. La estrategia consiste en cinco fases que van desde el aislamiento estricto hasta la ansiada “nueva normalidad”. Cada una de las etapas establece una serie de criterios que los lugares (Provincias y partidos) deberán ir cumplimentando para definir cómo se debe proceder en cuanto a reducir o no el aislamiento. No obstante, algunas excepciones y nuevas habilitaciones de actividades se gestionan de forma local, con lo cual la presión económica pesa fuerte a la hora de autorizar reaperturas en rubros que corresponden a una fase superior, con las debidas controversias sociales que generan.
Al 2 de agosto, de los 135 municipios que conforman la provincia 52 estarían transitando la fase 5, aproximándose a la “nueva normalidad” donde es posible referir al distanciamiento social y ya no al aislamiento social. General Pueyrredon se ubica entre los partidos que continúan en fase 4. El Área Metropolitana de Buenos Aires cuya velocidad de contagio se sostiene en el tiempo está en la fase 3. Esta clasificación es el resultado de los criterios de delimitación de fases implementados desde el 20 de julio. En la Fase 3 se mantiene el parámetro centrado en la velocidad de transmisión de casos autóctonos medida en tiempos de duplicación y la posibilidad de verificar la cadena de transmisión comunitaria. Mientras que los cambios se producen en las siguientes fases en función de la proporción de casos cada 100.000 habitantes por semana. En la Fase 4, se ubican aquellos municipios que en alguna de las últimas dos semanas hubiesen tenido más de 10 nuevos casos cada 100.000 habitantes por semana. En la Fase 5, se incorporan los distritos que en alguna de las últimas dos semanas hubiesen tenido menos de 10 nuevos casos positivos de coronavirus cada 100 mil habitantes por semana. Entonces es posible ampliar las actividades permitidas.
En este contexto, el Partido de General Pueyrredon encabezado por Mar del Plata es hoy un territorio sitiado, pero no detenido. Dado que hasta el 6 de julio las proyecciones de casos elaboradas por la Escuela de Medicina (UNMdP) habían quedado muy lejos de la situación real, los reclamos y malestar por el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) no tardaron en imponerse. De este modo, progresivamente se fueron habilitando actividades frente a la presión de sectores que lejos están de poder resistir sin ingresos. Pero también de aquellos que focalizaron su esfuerzo en conseguir la habilitación de actividades deportivas. En este caso la demanda no tuvo fundamentos económicos, sino que se sostuvo en reclamos por el bienestar y la salud.
El análisis de la prensa local permite identificar hacia el interior del PGP un conjunto de decisiones tomadas desde el ejecutivo local en concordancia con el ejecutivo provincial en vistas de ir flexibilizando la cuarentena. El primer hito corresponde a los días 9 y 10 de mayo con la denominada “prueba piloto» que significó la reapertura de comercios minoristas de bienes no esenciales y peluquerías[2].El 12 de mayo se indicaba que habría modificaciones relacionadas con el take away, es decir, compra de comida para llevar y no para consumir en el espacio público, por lo que se estableció la clausura de todos los espacios para sentarse y se modificaron horarios de atención[3].
El 11 de junio de 2020 se informó que el PGP estaba en la fase 4, es decir, aún no era posible habilitar el consumo en locales gastronómicos, actividades culturales, actividades deportivas al aire libre, y las actividades sociales o recreativas, aunque sí las salidas de esparcimiento[4]. Sin embargo, el día anterior el intendente había habilitado por Decreto salidas recreativas breves, que debían durar hasta sesenta minutos y desarrollarse a 500 metros como máximo de la vivienda. Claro que nunca se cumplió con la normativa y pronto la costa de Mar del Plata cobró nueva vida. En un territorio fuertemente normado, las transgresiones fueron dando forma a nuevas disposiciones, como las que finalmente habilitaron las prácticas deportivas individuales.
De este modo, como decíamos anteriormente, las presiones y las infracciones a lo reglado, pesaron a la hora de definir nuevos permisos. Hasta el 6 de julio, la lenta progresión en la dispersión del virus daba fuerte fundamento a los reclamos. Durante julio, pese a continuar en Fase 4, se habilitaron primero cafeterías y bares, así como las actividades deportivas individuales al aire libre. Desde el 22 de julio se permitió la apertura de la gastronomía para consumo en el lugar hasta las 19 horas, pero en la semana siguiente se autorizó la extensión horaria hasta la medianoche.
Veremos a continuación como ha sido la progresión de la enfermedad en el territorio local, exponiendo los puntos centrales que contribuyeron a la apertura y flexibilización, para algunos incluso el olvido de un peligro latente.
Territorio de abrigo vs. territorio de peligro
El avance del COVID en General Pueyrredon se inició con el primer caso identificado el 12 de marzo. Desde ese día hasta el 2 de Agosto se confirmaron 864 casos, de los cuales 418 están activos, 26 han fallecido y 420 se han recuperado (Figura 6). Más del 90% de ellos se registraron a partir de julio, cuando luego de varios días sin registro de casos estos empezaron a multiplicarse. Razones epidemiológicas, derivadas de no respetar los cuidados solicitados (distanciamiento, uso de tapabocas, higiene, no compartir elementos como bombillas, botellas o tasas, entre otras), pero fundamentalmente el incremento de los testeos en base a los casos identificados y a la necesidad de agilizar el monitoreo de la enfermedad, permitieron hallar numerosos casos de COVID. Se realizaron 5771 hisopados con la finalidad de controlar y monitorear la enfermedad a partir de la cadena de contagios.[5] Este mecanismo de “salir a buscar” casos constituye la estrategia epidemiológica recomendada por la OMS para reducir la propagación del virus.
Figura 6. Confirmados, recuperados y fallecidos por Covid 19, PGP (situación al 2 de agosto)
La característica que tiene hasta el momento el aumento de casos es la presencia de importantes focos de contagios -cuantitativamente hablando- en general asociado a instituciones de salud, especialmente hogares geriátricos y personal de salud. Es decir, en General Pueyrredon está muy marcada la incidencia de la enfermedad y, especialmente los casos más graves, en personas mayores de 65 años, muchas de ellas con comorbilidades.
No solo la edad y las comorbilidades son generadoras de mayor vulnerabilidad, sino que el bienestar de la población también es un marcador de sumo interés. En el Partido y, especialmente dentro de la ciudad de Mar del Plata coexisten grupos sociales diversos, con niveles de bienestar dispares y con brechas importantes que se marcan en el territorio y que a su vez actúan como condicionantes en el logro de mejoras en las situaciones de calidad de vida. Dónde está cada grupo, o en otras palabras su localización territorial, incide en el acceso a la salud, al empleo, al sistema educativo a la vivienda. Pone en jaque a las personas en el día a día para afrontar sus necesidades. Esta situación crítica finalmente nos muestra, como en el cuento, que el rey estaba desnudo, que no hubo políticas capaces de atacar este frente y proponer la construcción de territorios más justos. La ciudadanía, sin embargo, no se ha quedado esperando de brazos cruzados. Frente al avance de la pandemia es central referir a las acciones territoriales directas que han puesto en vinculación a los vecinos de diversos barrios de la ciudad, ONGs, grupos solidarios, Instituciones diversas (centros de salud, educación, religiosos) y el municipio local. Ante el ASPO referentes de 33 barrios marplatenses del municipio de General Pueyrredon (MGP) crearon en abril de 2020 los Comités Barriales de Emergencia (CBE)[6]. Tal como los CBE expresan en su sitio de Facebook “Luego de casi dos meses de trabajo los Comités Barriales de Emergencia se han constituido un instrumento fundamental en la planificación y la puesta en marcha de acciones tendientes a abordar las distintas problemáticas que se desataron en torno al impacto del desarrollo de la pandemia. Esta articulación comunitaria se puso al hombro la resolución de uno de los problemas más sensibles y urgentes: el alimentario. Una red solidaria de comedores, merenderos y cocinas populares garantizan la comida diaria a miles de marplatenses y batanenses”. (https://www.facebook.com/Comit%C3%A9s-Barriales-de-Emergencia).
Los CBE representan en líneas generales a los recortes territoriales vulnerados y vulnerables respecto de su calidad de vida. En la figura 7 quedan transparentadas las desigualdades reinantes en el territorio local.
Figura 7. Índice de calidad de vida, Mar del Plata 2010 y CBE (2020)
Identificador CBE
Barrios
1
Virgen de Luján – Barrio Feliz – Ameghino
2
Libertad
3
Malvinas Argentinas
4
9 de Julio – López de Gomara – San Cayetano
5
La Herradura – Hipódromo – San Jorge
6
Jorge Newbery – Belisario Roldán – Cnel. Dorrego
7
Las Américas – Regional – Don Emilio
8
Autódromo – Belgrano – José Hernández
9
Don Bosco – B. Rivadavia – Los Andes – Santa Mónica – Estación Norte
10
Pueyrredon – Fortunato de la Plaza – Villa Evita
11
Bosque Grande-San Antonio-Santa Rita-Dos Marías
12
Las Heras
13
El Martillo
14
Estación Chapadmalal
15
Parque Hermoso – Valle Hermoso
16
Parque Independencia
17
Batán
18
El Boquerón
19
Florencio Sánchez – Cerrito – San Salvador – Don Diego
20
Antártida Argentina-Monte Terrabusi-Santa Rosa del Mar-Quebradas
21
San Martín-Cerrito Sur-Juramento
22
Nuevo Golf
23
Puerto
24
Acantilados – Serena – San Jacinto – Faro Norte – Alfar
25
Corredor 2 – Estación Camet, El Casal, 2 de Abril
26
Parque Camet
27
Las Dalias
28
Félix U. Camet
29
Aeroparque
30
Alto Camet
31
Centenario
32
Parque Palermo
El mapa denota un núcleo central consolidado en Mar del Plata con niveles medios de calidad de vida, una zona lindante extendida hacia el norte y el sur con valores altos, y condiciones bajas y deficitarias especialmente hacia el interior y las zonas de borde del ejido urbano oeste y sur.
El área periférica se asocia con menores condiciones de calidad de vida y con la presencia de mayores carencias en cuanto a la vivienda, la educación, la actividad económica y el saneamiento, que son las dimensiones estudiadas a través de esta medida síntesis[7]. Estas áreas son de más reciente poblamiento que las zonas centrales, y en muchos casos registran privaciones ligadas a la construcción de las viviendas e irregularidades en su régimen de tenencia, situación que repercute negativamente en la adecuada cobertura de ciertos servicios básicos. Se suman limitaciones en el acceso a la instrucción y a casos de inserción laboral precaria.
Es desde allí desde donde se tejen las redes de acciones directas que contribuyen para sobrellevar el ASPO, devenido en los últimos días en distanciamiento social obligatorio. Medida de efectividad innegable para algunos, discutible e insostenible para otros, pero que pone en evidencia lo desgarrador de las desigualdades e injusticias territoriales prexistentes. Y también contribuye a densificarlas, dejando como manifestación una concreta territorialización del virus en distintas escalas, desde el cuerpo hacia la del hogar, el barrio, la ciudad y el globo.
Los focos de COVID expresan en el territorio la distribución de vulnerabilidades asociadas con la edad y con la participación en el mercado de trabajo (figura 8). Así, se visibiliza la exposición de los trabajadores de la salud, quienes se encuentran entre los principales afectados por la enfermedad. En tal sentido, interesa marcar el triste protagonismo del personal y residentes de instituciones especialmente dedicadas a la población de tercera y cuarta edad o jubilados/ pensionados en general, es decir, justamente la que comprende a los grupos que mayor cuidado deben tener de entrar en contacto con el virus. Otro grupo vulnerado es el de trabajadores del Puerto, especialmente los de plantas de procesamiento, quienes suman a sus condiciones precarias e irregulares de labor el contagio del COVID, que por supuesto ha trascendido al personal, alcanzando a su grupo familiar o contactos estrechos, poniendo en duda a su vez el cumplimiento estricto de lo normado por el ASPO. También se han registrado casos en los efectivos de seguridad, quienes al estar encargados de controles y retenes, se ven expuestos al contagio.
Entonces, trabajadores precarizados, personal esencial y miembros de la iglesia católica enfocados en el trabajo para grupos con escaso bienestar (parroquia, comedor, hogar para personas en situación de calle) junto con adultos mayores serían hasta el momento los grupos más afectados, transmitiendo luego el virus a contactos estrechos de estos grupos sociales.
Los focos más numerosos, a la fecha, continúan siendo algunos geriátricos, el Sanatorio Houssay y la Clínica del Mar. Se van sumando en el día a día nuevos puntos al territorio de todos, mostrando que la única solución de efectividad demostrada, es permanecer en el microterritorio del hogar. El espacio doméstico es para algunos el único resguardo. No para todos, sea porque la vivienda no permite cumplir con las condiciones de higiene adecuadas o porque el peligro de las violencias acecha dentro del hogar. Para otros, en cambio, permanecer en casa no es una alternativa dado que la apertura de actividades económicas conlleva aumento de las movilidades y presencia de personas en tránsito. Permanecer en casa y que ésta sea un verdadero lugar de protección es en estos tiempos un nuevo símbolo de diferenciación social.
Figura 8. Focos de Covid-19 al 10 de agosto de 2020
Evitar la dispersión del virus en las áreas de mayor precariedad aparece como una necesidad latente, de la que aún se habla poco pero que nos parece vital tener en consideración dadas las experiencias conocidas en CABA y el Área Metropolitana de Buenos Aires.
Imposible concluir…
La pandemia nos desafía y nos invita a reflexionar sobre el rol de la Geografía en el complejo escenario actual. Medios de comunicación, oficinas de estadística y discursos presidenciales y de otros funcionarios utilizan herramientas cartográficas para mostrar los procesos en curso. He allí una veta interesante del quehacer geográfico centrado en el análisis de las enfermedades en general y del COVID-19 en particular, considerando su distribución territorial, difusión y evolución en el tiempo. El territorio es un factor que cristaliza desigualdades en el acceso a la salud porque las posibilidades de resguardarse de esta afección no son las mismas para todas las personas y todos sus territorios. El territorio es multidimensional, es una construcción social e histórica y no podemos obviar los aspectos que convergen en su conformación al tiempo de presentar un análisis. Por tal motivo, poner de relieve las desigualdades existentes, pero también las surgidas en este nuevo escenario global, acompaña nuestra propuesta.
La pandemia nos deja una sola certeza y ésta es por ahora la incertidumbre, por ello no es posible concluir. Confesamos que este trabajo inició su escritura en mayo pasado, cada quince días lo escrito quedaba desactualizado, de allí que nos propusimos el 31 de julio como límite temporal ficticio, sin un hito que así lo defina, sólo por la simple necesidad de hasta ahí poder expresar algunos pareceres, es decir, visibilizar y exponer algunas de las nuevas realidades de nuestro territorio local que en definitiva ha sido la finalidad de este trabajo.
Referencias bibliográficas
Escuela, M. (2009). Pobreza y Salud. En: Pickenhayn, J. (comp.) Salud y enfermedad en Geografía. Buenos Aires. Editorial Lugar. pp. 67-100
Haesbaert, R. (2013). Del mito de la desterritorialización a la multiteritorialidad. En: Cultura y Representaciones sociales. Año 8. Núm. 15.
Lindon, A. (2006) La casa búnker y la deconstrucción de la ciudad. En: LiminaR. Estudios Sociales y Humanísticos, vol. IV, núm. 2, Centro de Estudios Superiores de México y Centro América San Cristóbal de las Casas, México
Lucero, P., Ares, S., Aveni, S. Mikkelsen, C. y Sabuda, F. (2016) Las brechas en la calidad de vida de la población: Desigualdades socio territoriales en Mar del Plata y el Municipio de General Pueyrredon. En: Lan, D. (comp.) Geografías en Dialogo. Aportes para la reflexión. IV Jornadas Nacionales de Investigación en Geografía Argentina. X Jornadas de Investigación y Extensión del Centro de Investigaciones Geográficas. Centro de Investigaciones Geográficas. Facultad de Ciencias Humanas.
Ramírez, L. (2020). “Evolución, distribución y difusión del COVID-19 en Argentina: primer mes (03/03/2020 – 02/04/2020)”. En: Revista POSICIÓN 2020. N°3. Dossier: Análisis geográfico del COVID-19. Luján- INIGEO. www.posicionrevista.wixsite.com/inigeo Consulta Abril 2020
Sack, R. (1986) Human territoriality. Its theory and history. Cambridge: Cambridge University Press
Santos, M (2000) El territorio: un agregado de espacios banales. Boletín de estudios geográficos N°96 AÑO 2000 pp 87-96
Silveira, M. L. (2007) Los territorios corporativos de la globalización. En: Geograficando, 3(3). www. fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.3665/pr.3665.pdf
[1] Las zonas decretadas de circulación comunitaria por el Ministerio de Salud son: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Área Metropolitana de la provincia de Buenos Aires (Regiones Sanitarias V, VI, VII y los municipios de municipios: Berisso, Brandsen, Cañuelas, Ensenada, La Plata, Presidente Perón, San Vicente y La Matanza. También en Córdoba capital, en Chaco (Resistencia, Barranqueras, Fontana y Puerto Vilelas), en Jujuy (Manuel Belgrano, Ledesma, El Carmen y San Pedro), en La Pampa (Santa Rosa, Catriló y Macachin), en Mendoza (Área metropolitana, es decir Guaymallén, Maipú, Godoy Cruz, Lujan de Cuyo, Capital), en Neuquén (Ciudad de Neuquén, Plottier y Centenario), en Río Negro (Bariloche, Cipoletti y General Roca) y en Santa Fe (Rosario y Gran Rosario). Fuente: https://www.argentina.gob.ar/
[7] Sobre los detalles metodológicos vinculados a las dimensiones e indicadores empleados se recomienda revisar Lucero, P., Ares, S., Aveni, S. Mikkelsen, C. y Sabuda, F. (2016) “Las brechas en la calidad de vida de la población: Desigualdades socio territoriales en Mar del Plata y el Municipio de General Pueyrredon”. En: Lan, D. (comp.) Geografías en Diálogo. Aportes para la reflexión. IV Jornadas Nacionales de Investigación en Geografía Argentina. X Jornadas de Investigación y Extensión del Centro de Investigaciones Geográficas. Centro de Investigaciones Geográficas. Facultad de Ciencias Humanas.
¿Cuáles son las diferencias en las condiciones de vida de los pobladores del partido de General Pueyrredón? ¿Cómo se evidencian las desigualdades sociales entre los barrios del área urbana, las localidades menores y el espacio rural de hábitat disperso? ¿Cuántos habitantes se ven afectados según su distribución en el territorio? Estas son las preguntas que orientaron el análisis realizado respecto de la evaluación de la calidad de vida de quienes habitamos la ciudad de Mar del Plata y el partido de General Pueyrredón. Entendemos que la configuración espacial actual de la calidad de vida de la población local es el resultado de la aplicación de políticas públicas y privadas en el marco de cada patrón de acumulación instaurado en Argentina, pero también de las deficiencias y/o ausencias de tales políticas. De allí que las respuestas ofrecidas pueden ser centrales para contribuir con los tomadores de decisiones a nivel local:
El concepto calidad de vida no tiene una definición unívoca, ni alcance universal, sino que se construye y reconstruye en función de las particularidades culturales e históricas de los lugares. Aquí la concebimos como “una medida de logro respecto de un nivel establecido como óptimo, teniendo en cuenta dimensiones socioeconómicas y ambientales dependientes de la escala de valores prevaleciente en la sociedad y que varían en función de las expectativas de progreso histórico”, según la definió Guillermo Velázquez en 2001.
En base al Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda (CNPHyV) de 2010 calculamos un índice de calidad de vida (ICdV), medida resumen que permite evaluar objetivamente los diversos grados de bienestar existentes en el distrito, sintetizando la situación en base a indicadores sobre educación, saneamiento, vivienda y actividad económica.
En esa fecha, el partido de General Pueyrredón reunía un total de 618.989 habitantes, de los cuales 583.759 habitaban en la ciudad cabecera Mar del Plata. La alta concentración de población residente en la actualidad significa un desafío importante para las políticas integrales en la perspectiva del desarrollo local y de la sustentabilidad urbana.
Para la ciudad de Mar del Plata (Mapa 1), la configuración territorial exhibe la prevalencia de un núcleo central consolidado con niveles medios de calidad de vida, una zona lindante extendida hacia el norte y el sur con guarismos más elevados, y condiciones bajas y deficitarias especialmente hacia el interior y las zonas de borde del ejido urbano oeste y sur. Sobre los ejes de circulación principales se distribuyen los niveles medios de calidad de vida en sentido radial, siguiendo el recorrido de las avenidas y su continuación en las rutas 11, 2, 226 y 88 que conectan a la ciudad con el interior del partido.
Mapa 1. Índice de calidad de vida (ICdV). Mar del Plata, 2010
Fuente: elaboración personal sobre la base de datos del CNPHyV 2010.
El área periférica de Mar del Plata se asocia con menores registros en las condiciones de calidad de vida. Allí se observan mayores carencias en cuanto a vivienda, educación, actividad económica y saneamiento. Estas áreas son de poblamiento más reciente, y en muchos casos registran privaciones ligadas a la construcción de las viviendas e irregularidades en su régimen de tenencia, situación que repercute negativamente en la adecuada cobertura de ciertos servicios básicos. Se suman limitaciones en el acceso a la instrucción formal y al empleo registrado.
En lo concerniente al espacio rural y las localidades menores del distrito (Mapa 2), se identifican situaciones contrastantes, representativas de los cuatro grupos de calidad de vida que se han delimitado. Hacia el norte, en torno a la autovía 2, Estación Camet muestra niveles medios y bajos, mientras que en el ámbito de población rural dispersa la calidad de vida es baja. Hacia el noroeste, el entorno de la ruta 226 exhibe un mosaico de situaciones, por ejemplo, prevalecen condiciones contrapuestas entre el barrio residencial Sierra de los Padres (nivel alto y medio) y su entorno próximo (nivel bajo y muy bajo).
Mapa 2. Índice de calidad de vida (ICdV). Partido de General Pueyrredón, 2010
Fuente: elaboración personal sobre la base de datos del CNPHyV 2010.
El corredor de la ruta 88, testimonia valores de calidad de vida bajos a muy bajos, con las situaciones más deficientes en torno a la ciudad de Batán. Finalmente, el área delimitada por las rutas 88 y 11 Sur tiene niveles de calidad de vida entre bajos y medios. Las peores situaciones se advierten en Chapadmalal y en un sector de El Marquesado lindante con el partido de General Alvarado. En sendos casos, además del nivel educativo de los pobladores, es muy notoria la incidencia negativa de las condiciones sanitarias y de la vivienda.
Por tanto, los valores estimados exhiben una distancia notable entre el ICdV alto y muy bajo, y la configuración espacial confirma la estructura en patrones de distribución bien diferenciados. Los resultados dejan ver la cantidad de habitantes que se encuentran afectados por estas desigualdades territoriales, permitiendo afirmar que más de la cuarta parte de la población del partido (151.494 personas) habita en espacios con deficiencias y riesgos materiales e inmateriales que reducen marcadamente sus niveles de bienestar.
En este sentido, consideramos fundamental realizar contribuciones vinculadas al diagnóstico y análisis de problemáticas de nuestra ciudad que colaboren en el diseño de medidas gubernamentales conducentes a mejorar la calidad de vida de todos sus habitantes.