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Encuestas electorales en debate

 Augusto Bianchino (UNMdP)

«Una encuesta no dice lo que la gente piensa, sino lo que la gente dice»

Schuster, 2003

 

Pronósticos y resultados

Varios fueron los pronósticos fallidos en las vísperas de las elecciones generales de octubre de 2015. Realizados por consultores políticos y analistas de opinión pública mediante resultados de encuestas electorales, estos magros vaticinios generaron una crítica masiva que estuvo mal direccionada en cuanto al objeto de la misma: la encuesta.

Debe tomarse nota que dichas críticas fueron realizadas por los medios de comunicación, quienes por su parte son los principales difusores de las predicciones electorales. Periodistas, opinólogos, panelistas, convirtieron en blanco de sus ataques “críticos” a la confiabilidad de los instrumentos metodológicos que permiten desde mediados del silgo pasado realizar análisis empíricos sobre el fenómeno social del voto. A salvo de las descalificaciones estuvieron los propios medios de comunicación de los cuales forman parte y que hacen uso sesgado de los resultados predictivos de las encuestas electorales, estudios que en muchos casos son financiados por dirigentes políticos con la intención de mejorar su posición e imagen en connivencia con consultores y operadores mediáticos (Cabrera, Musolino y Taquino 2016).

Al hablar de encuestas es necesario discernir entre estudios fundamentados científicamente, capaces de presentar resultados corroborables y válidos, y aquellos estudios que son construcciones dirigidas hacia la generación de opinión pública, con altos niveles de sesgo y poco sustentables en sus resultados. Si bien en la literatura especializada la capacidad de prognosis de las encuestas preelectorales no ha sido suficientemente tratada aún, diversos autores  coinciden en tratar esta cuestión vinculándola a la influencia que tienen la difusión de resultados de encuestas sobre la población objetivo (electorado) y la opinión pública. De esta forma, puede ordenarse el debate sobre las predicciones erradas para las últimas elecciones generales de nuestro país, en dos posibles dimensiones: por un lado la investigación empírica sobre el fenómeno social del voto (Brandy, 2000) y, por otro lado, la relación entre instrumentos generadores de opinión pública y los medios comerciales de comunicación (Donoso y otros 2005, Wert 2000).

 Predicción

El análisis de la intención de voto mediante encuesta electoral intenta, entre otras cuestiones, predecir el voto efectivo que realizan los electores, y a diferencia de otros tipos de encuesta, cuenta con la ventaja de contrastar su vaticinio con los resultados de los comicios. Pero esta instancia de corroboración no debe confundirse con la validez metodológica del estudio que presenta un pronóstico electoral. Puesto que estudios de gran calidad metodológica no han arribado a predicciones correctas mientras que encuestas poco fiables metodológicamente han acertado con gran precisión (Acosta, Jorrat y Pérez Lloveras 2000). Sin desconocer que a mayor rigurosidad metodológica menor probabilidad de error posee el estudio.

Como es sabido, no hay técnica que permita capturar los fenómenos sociales como si estos fueran un todo coherente de una realidad externa asible por la capacidad de la técnica. Claro está que el problema no es la técnica sino la naturaleza ontológica del fenómeno. Así, en el caso de la intención de voto la técnica permite construir un patrón o esquema que facilita al investigador la interpretación del fenómeno social del voto, pero nunca una predicción absoluta a modo de ecuación matemática. Surge entonces la cuestión de la capacidad del investigador, es decir, de aquel que pone en práctica la técnica, en nuestro caso, la encuesta electoral. Vemos ahora como aquella crítica sobre la falibilidad predictiva puede comenzar a desplazarse del método al investigador. Esto es así porque la intención de voto, como todo dato empírico, es interpretación.

La predicción electoral es en gran medida una interpretación del investigador (con mayor probabilidad de acierto a mayor rigurosidad en el método). Y por otro lado, no se puede pretender que la encuesta brinde más de lo que tiene para dar. “Un pronóstico electoral no puede prescindir del análisis político y sociológico del investigador” (Brandy, 2000:137). En síntesis, cuando la encuesta electoral es construida e instrumentalizada correctamente, y los resultados procesados (interpretados) mediante hipótesis teóricamente fundadas, surgen diagnósticos que, en muchos casos, cuentan con la formulación de pronósticos. Si no se comprende la complejidad de este proceso analítico puede caerse en la simplificación de que son las encuestas las que realizan los pronósticos y no quienes aplican esta técnica (Cabrera, Musolino y Taquino, 2016). De modo tal que no es raro encontrarnos en los medios comerciales de comunicación que los debates actuales giren en torno a la fiabilidad de la encuesta en lugar de discutir la capacidad analítica de aquellos que la implementan.

Actores del proceso

Cuando observamos la realización de un estudio o sondeo para conocer las características y opiniones de una población, es preciso reconocer quienes son los que intervienen en el proceso. Como fue dicho anteriormente, los resultados de un sondeo son el producto de la interpretación del analista sobre los datos recogidos por una encuesta. Pero no todos los análisis de opinión pública e intención de voto son con motivo de contribuir al acervo de conocimientos de las ciencias sociales de nuestro país. Es necesario tener presente que los resultados y análisis de encuestas electorales llegan a la población a través de los medios de comunicación, y que estos estudios son encargados a los analistas o bien de los mismos mass media o bien por algún dirigente político.

No es sólo el investigador y su equipo los que intervienen en el proceso de construcción e interpretación de los resultados, sino que nos encontramos al menos con dos actores más, los medios de comunicación y los sectores políticos que encargan los estudios, ya sea para conocer la opinión de la ciudadanía o para saber cuáles son las opciones electorales preferenciales. “Cuando las predicciones no se cumplen los mass media logran su cometido, forjando -entre otros efectos- una fuerte crítica hacia las encuestas. Sin embargo, los ataques apuntan sólo a la técnica, y no a los restantes y necesarios partícipes del proceso” (Cabrera, 2010:3). Nuevamente y con más fuerza, podemos encontrar motivos para desplazar la crítica centrada en la encuesta hacía los actores que intervienen en la construcción y divulgación interesada de este tipo de información.

General Pueyrredon

En el distrito local el debate no varió sustancialmente. Los yerros que se suscitaron en las predicciones locales fueron presentados por los operadores mediáticos como errores de método: la encuesta predijo mal. No es objeto de este artículo comparar resultados efectivos, sino contribuir al debate de la capacidad predictiva de los estudios electorales. Baste con aclarar que en el partido de General Pueyrredon se presentaron predicciones previas a las generales de octubre 2015 que incluso daban por ganador al candidato que luego fue derrotado en las urnas.

Los límites y alcances de la capacidad de predicción de los estudios electorales no están necesariamente en relación con la población objetivo. Pero el caso de General Pueyrredon presenta algunas características que destacan la complejidad de su electorado. El padrón electoral del partido es mayor al de varias provincias argentinas, lo que implica la construcción de un muestreo estadístico amplio mayor a los 400 casos usuales según estiman los manuales. La heterogeneidad de sectores socioeconómicos que se encuentra de un barrio a otro o incluso dentro de un mismo barrio dificulta aún más la construcción de una muestra adecuada. Tanto es así que la aplicación de muestreos aleatorios probabilísticos no garantiza la representatividad de la muestra. Estos son algunos de los elementos que deben tenerse en cuenta y es aquí donde la pericia del investigador es definitoria, sólo la experiencia en el campo puede brindar el criterio suficiente para alcanzar un estudio muestral que pueda extrapolarse al universo.

Otra cuestión de fondo, que aun contando con precisión y rigurosidad en la instrumentalización de la encuesta recae en el criterio del realizador del estudio, es la composición de la escena política local. Es de esperar que un caudal de votos tan amplio como el que se disputa en este distrito, tenga un correlato de complejidad en la conformación de los sectores políticos y sus alianzas. Arroja luz sobre este tema el mapa de configuraciones políticas construido por el Observatorio Ciudadano Político y Electoral de la UNMdP donde se grafican las intrincadas relaciones del campo político marplatense.

El debate en Argentina sobre la capacidad prognóstica de las encuestas electorales no es actual, del mismo modo que los desaciertos predictivos no sucedieron sólo en las elecciones generales de 2015. Desde el caso Otaegui (Somos, 1993) hasta la actualidad existen casos de predicciones  desacertadas, aunque la balanza entre los pronósticos errados y los aciertos se vuelva a favor de las predicciones correctas.

Los medios de comunicación son quienes se precipitan rápidamente a publicar los análisis errados y las impericias centrando la atención de los errores en el método y no en el especialista (Cabrera, 2010). De manera tal que no es sobre el realizador de la encuesta que recae la responsabilidad, sino sobre el método, técnica, instrumento, o como se lo quiera denominar. Por su parte, sociólogos, politólogos y especialistas en general no han tenido la capacidad o la posibilidad en muchos casos de hacer frente a estos embates y a la necesaria defensa del método.

Ante el reduccionismo de las críticas mediáticas sobre la capacidad predictiva de las encuestas electorales pueden ser esclarecedoras las palabras de uno de los padres fundadores de este tipo de estudios en nuestro país: “las encuestas electorales, en los últimos veinte años, pronostican mejor los resultados electorales que los pronósticos meteorológicos los propios, los macroeconómicos los suyos y los bursátiles los de su tema. Pero, por sobre todo, pronostican mejor que cualquier analista político periodístico, para no hablar de los mismos políticos” (Mora y Araujo, 2005:494).

Bibliografía

  • Aceves González, Francisco de Jesús (2007): “Encuestas y elecciones presidenciales de 2006: instrumento de investigación mercadotécnica y/o vaticinio electoral”, en Nóesis, Volumen 16, Nº 31, Ciudad Juárez, México.
  • Acosta, Luis; Jorrat, Jorge Raúl y Pérez Lloveras, Daniela (2000): «Precisión de las encuestas pre-electorales en Argentina: elecciones presidenciales de 1995 y 1999», en Revista Argentina de Ciencia Política, Número 4, página 57, Buenos Aires, Diciembre.
  • Cabrera, Daniel (2010): “En defensa de las encuestas”, en PostData, Volumen 15, Número 2, Buenos Aires, Octubre.
  • Daniel Cabrera; Sabrina Musolino; Belén Taquino (2016): “Midiendo la precisión de encuestas electorales”, en Métodos, metodologías y nuevas epistemologías en las ciencias sociales: desafíos para el conocimiento profundo de Nuestra América, 2016, ISSN 2408-3976.
  • Donoso, Sofía y otros (2006): Los estudios electorales, sus metodologías y capacidad predictiva, en Némesis, Nº 5, Santiago de Chile.
  • Mora y Araujo, Manuel (2005): El poder de la conversación, La Crujía, Buenos Aires.
  • Revista Somos (1993): «¿Qué le pasó, Javier?», en Somos, página 64, Buenos Aires, 4 de Octubre.
  • Wert, José Ignacio (2002): “No le contéis a mi madre que hago encuestas políticas. Ella cree aún que soy pianista en un burdel”, en Revista Española de Investigaciones Sociales (REIS), Número 99, Madrid.