Informalidad y pobreza se conjugan en la recolección informal de residuos sólidos urbanos reciclables.

Prof. MSc. Nélida M. Barabino[1]

 

                Entre las postales habituales que se pueden observar en Mar del Plata, está la de los recolectores informales de residuos domiciliarios reciclables (RSUR), comúnmente denominados “cirujas o cartoneros” que,  con distintos vehículos,  recorren cada día las calles para obtener todos aquellos elementos que les puedan reportar algún ingreso.

                Esta actividad es la expresión  territorial de la conjunción de problemáticas comunes en muchas ciudades medias latinoamericanas, siendo tres las principales: amplias brechas sociales, debilidad en la gestión de los residuos sólidos urbanos y laxitud de las normas ambientales.

                La profunda brecha que separa a los grupos sociales según su posición social y económica tiene expresión territorial, tanto por los barrios que habitan, la estructura de los mismos, las actividades que realizan y la forma en que satisfacen sus necesidades de supervivencia.

                En el caso de los recolectores informales, su realidad transcurre residiendo en los barrios periféricos mal servidos, generalmente de formación reciente en la historia de la ciudad y con marcados índices de necesidades insatisfechas como resultado de las dificultades que poseen para insertarse formalmente en los circuitos laborales debido a los precarios niveles de instrucción y capacitación para el trabajo que han alcanzado.  También deben considerarse situaciones macro estructurales por las que atraviesan los países pobres que desestructuran el mercado laboral y las posibilidades de promoción para vastos sectores de su población.  A su vez, las ciudades de los países pobres, habitualmente, presentan déficit con relación a la gestión urbana y normas relajadas respecto de algunos temas que no califican como  prioritarios en ese contexto.

                El caso de la gestión de los residuos sólidos domiciliarios (RSU) y particularmente de aquellos que son potencialmente reciclables es uno de esos complejos que en muchas ciudades, entre las que se incluye Mar del Plata, aún no ha podido gestionarse de manera tal de alcanzar los mejores resultados ambientales, sociales y  económicos. Pero paradójicamente esa falencia es la que permite que diariamente un grupo numeroso de conciudadanos obtenga de la “basura” depositada en las veredas su magro sustento de supervivencia, de manera lícita.

                La modalidad con la  que cada “cartonero” lleva adelante su tarea tiene relación con un número muy importante de factores entre los que se pueden mencionar las distancias que recorre desde su lugar de vida hasta el lugar de recolección, los miembros del hogar que participan, el tipo de materiales que recolecta, la capacidad de almacenamiento con que cuenta en su domicilio y las exigencias del acopiador a quien le vende, la experiencia en la actividad y la dedicación a la misma.

                Es por todo esto que estudiar en profundidad esta actividad permitió realizar una clasificación según el tipo de vehículos que utilizan ya que el mismo es un indicador de utilidad  para analizar todo el conjunto. Por ejemplo, aquellos recolectores que utilizan vehículos automotores –generalmente no habilitados para la circulación por sus condiciones de seguridad y dominios legales- realizan las recorridas entre varios miembros del hogar, transitando largas distancias y preferentemente en horario vespertino o nocturno. Recolectan básicamente cartones y sólo ocasionalmente objetos de gran tamaño. En las mismas recorridas obtienen productos alimentarios por el sistema de “mangueo” a los comercios, tarea en la que suelen tener activa participación los menores. Por su parte quienes utilizan carros con tracción a sangre, si bien también recorren grandes distancias, recolectan objetos más grandes, botellas de vidrio y metales, aunque ningún recolector, de ninguna modalidad de acarreo desecha el cartón. Otro grupo desarrolla organizaciones estratégicas algún día específico de la semana, por ejemplo “las timbreras” –quienes piden ropa o comestibles casa por casa como complemento a la práctica del cartoneo-  suelen realizar su tarea los días sábados por la mañana y en conjunto entre varios miembros de la familia/hogar, incluidos los menores.  Esta clasificación se completa con cartoneros que acarrean carros artesanales en motos o bicicletas o simplemente llevándolos de tiro caminando y esporádicamente encontramos algún recolector arrastrando su bolsa, un changuito de supermercado o una bicicleta con canasto.

                Es muy importante resaltar que toda vez que se está tratando de los RSUPR, lisa y llanamente se está tratando de DINERO, de mucho dinero. Contradictoriamente ese caudal económico por lo general no es gestionado, ni organizado, ni apropiado por los municipios, pobres y necesitados, sino por grandes empresarios recuperadores y por las industrias recicladoras de capitales nacionales o internacionales, localizadas en las grandes ciudades, muchas veces extraterritorializaciones de empresas multinacionales que obtienen materias primas a costo ínfimo en el que está incluido el de la mano de obra necesaria para recolectarla.

                El cierre de esta nota remite al título, en el que se indicó que la actividad de recolección informal de residuos sólidos urbanos potencialmente reciclables expresa la conjunción entre pobreza e informalidad. Los aproximadamente 1500/1800 recolectores informales existentes en Mar del Plata, pertenecen todos al segmento más precario de la sociedad, que realizan una actividad absolutamente informal por la que obtienen solamente un ingreso relacionado con el precio de los materiales, en negro,  y no por la mano de obra implicada en la actividad. Este primer eslabón, imprescindible, del circuito económico de la industria del reciclado se encuentra expresamente excluido en la resolución fiscal específica para el sector.

                La situación descripta es, en parte, la razón por la cual este recurso económico no es captado por los municipios en provecho de sus arcas siempre insuficientes para el desarrollo de sus territorios y población.

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Fardos de botellas de PET, en un acopiador mediano de sur de la ciudad
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Carro cartonero circulando por el Barrio Los Pinares

[1] Profesora en Geografía y Magister en Gestión Ambiental del Desarrollo Urbano. Docente-Investigadora de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Esta publicación está basada en los resultados de la tesis de maestría  «La importancia de la recolección informal de residuos urbanos reciclables. análisis de los aspectos sociales, ambientales y económicos